Skip to content Skip to sidebar Skip to footer

La tristeza transitada se transforma en belleza

La tristeza transitada se transforma en belleza

Querida tristeza,

Hoy has vuelto a visitarme y me encuentro cansada para recibirte.

Pensé que hacía tiempo que te habías marchado, que había conseguido deshacerme de ti. Me sorprende descubrir que sigues ahí, cristalizada, llamando a las puertas de mi ser.

Me he esforzado mucho por seguir adelante, por estar contenta para ahorrarte el trabajo de inundarlo todo de lágrimas. He hecho todo lo que he podido para que te fueras pero nada parece nunca suficiente para ti.

Incluso cuando no estás ahí, percibo tu voz como un eco lejano. Esa voz me distrae y solo me deja vivir a medias. La alegría no me visita cuando abro la ventana al despertar y nada penetra mis sentidos ya, ni si quiera la lluvia.

No puedo ver con claridad, tus lágrimas condensadas son una nube en mi retina. No veo el color del paisaje; es como si me hubiera quedado a vivir en algún lugar del pasado, en un espacio muy lejano y desconocido, más allá de tiempo.

No puedo sentirte pero intuyo tu presencia detrás de mi miedo y de mis esfuerzos por luchar contra ti. Es como si en ese intento de negarte la vida hubiera perdido color y una parte de mi hubiera dejado de existir. De nuevo he perdido el equilibrio, y mis pies ya no sostienen el peso de mi cuerpo, cansado de perder tantas batallas.

Te suplico que no vengas hoy. Necesito trabajar y ¡Tu no me dejas! Necesito causar una buena impresión hoy, ¡Por favor, no me avergüences! Sé que nunca es buen día. Pero precisamente hoy…

Sé que ningún ansiolítico te sirve ya: no hay vino, ni amantes, ni proyectos, ni viajes…
Sé que por mucho que intente darte la espalda no te irás. Hoy eres invencible.

Estoy agotada…

…Querida tristeza,

me rindo.

Me entrego a ti. Hoy abandono el mundo para quedarme contigo. Hoy seré tu hogar.

Sé que solo yo puedo darte permiso. Sé que solo tú puedes darme permiso para volver a ser yo.

Dejo de luchar. Te acojo, te invito a sentarte a mi lado, te doy permiso para atravesarme. Me quedo en silencio, contemplando, sintiendo. Eres bienvenida, al igual que todas las sensaciones que te acompañan en mi cuerpo.

Cuéntame vieja tristeza, ¿A qué has venido hoy? ¿Qué mensaje traes para mí?

Transitar la tristeza es la única forma de salir de ella. Si no lo hacemos, ésta queda atrapada en nuestro interior saboteando la alegría natural que procede del hecho de estar vivo.

Mientras no le demos permiso para expresarse, ella no nos dejará avanzar ni estar presentes con lo nuevo. Si nos protegemos de la tristeza, renunciamos a la vida porque la tristeza forma parte de ella.

Los espacios públicos omiten la tristeza, la sociedad la penaliza con la exclusión. No solo no se habla de ella sino que se nos anima a estar continuamente contentos. La tristeza paraliza la rueda de la productividad y el consumo. Tenemos tantas cosas que hacer, y todas tan deprisa, que no hay tiempo para estar tristes.

La tristeza no expresada se acumula y puede generar depresión. Según la OMS estos síntomas afectan a más de 300 millones de personas en todo el mundo, aún así es un tema sobre el que se habla muy poco. Por eso, en silencio nos forzamos a estar bien, generando una lucha interna con esta emoción tan necesaria en nuestra vida.

La tristeza equilibra la alegría, nos hace humildes, compasivos y reales. Es una puerta de entrada a la belleza, posibilita el arte, nos permite avanzar y dejar atrás. Es una emoción que nos llena de profundidad y nos dota de calidad humana.

Llorar nos libera y nos conecta con nosotros mismos. Gracias a la tristeza podemos sentir alivio y paz, y reencontrarnos con nuestras partes olvidadas y sentirnos más plenos. Y no siempre es necesario que nuestra mente la comprenda, a veces no hay un motivo claro, viene de muy atrás, de algún suceso lejano; basta con decirle: “sí, gracias”.

Puedes ser amable contigo mismo cuando estés triste, no obligarte a hacer nada, no intentar ser productivo, no forzar, no presionar. No intentar cambiarla, ni ignorarla. No culparte por estar con la tristeza y no seguir siempre el ritmo del mundo. Puedes ser un espacio para ella y dejar que se transforme en belleza.

Si te abres y dejas que pase a través de ti, la tristeza se va. Ella es hoy el abono de la alegría del mañana.

Leave a comment

15 − cinco =

Go to Top