Creas una imagen de ti mism@ en la que te dibujas como te gustaría verte. Escoges lo mejor de ti y borras las cosas que hieren. Eliminas tus heridas de esa imagen y todo lo que no te gusta ver.
Esa imagen pasa a dominar tu vida. Te esfuerzas por encajar en ella.
Te esfuerzas aún más para que otros te perciban exactamente así.
Intentas que no se te escape ninguna acción que pudiera desvelar el pequeño secreto de que no eres lo que pareces.
Disfrazas cualquier incoherencia entre tu ‘yo ideal’ y tu ‘yo real’ de juicio a otra persona (“hay que ver cómo son los demás…”).
Cuando te relacionas desde un yo ideal, sufres:
👉 Vives en el esfuerzo continuo de ser lo que pareces en vez de ser quién realmente eres.
👉 Es difícil conectar realmente con otras personas
👉 Experimentas las críticas y el juicio de los demás como una amenaza a tu identidad (incluso a tu existencia).
👉 Hay una búsqueda de anestesias para no sentir demasiado (compras, sexo, series, alcohol, tabaco, drogas, comida, trabajo…)
Cuando eres real, ¡Sientes!
👉 Con tu sensibilidad despierta la vida te atraviesa. Hay dolor y amor puro.
👉 Puedes cuidar de tus heridas, conocerte, poner límites.
👉 Compartes y disfrutas de verdad.
👉 Asustas a otras personas que temen darse cuenta de que viven disfrazadas.
👉 No necesitas grandes cosas, cualquier detalle de la vida puede ser una fiesta.
¿Cómo es tu ‘yo ideal’? ¿Qué partes de ti has sacrificado para mantener esa imagen?
¿Percibes la lucha que experimentas para aniquilar las partes de ti que no te encajan?
Ser auténtico implica ver la incoherencia, sostener la incomodidad y acoger las versiones menos ideales de ti mism@ pero, a cambio obtienes el mejor tesoro: la libertad de SER tú.