Somos muchas personas en una, cada cual con su propia historia.
Nuestra identidad personal es múltiple: tenemos muchos registros, roles y personajes internos.
Cada uno de estos personajes tiene su propias necesidades, su propia historia, sus objetivos, sus emociones, sus prioridades…
En cada situación uno está más presente que otro y, a veces, las necesidades de uno y de otro entran en conflicto, entonces se establece una lucha interna.
Todos los personajes internos quieren ser los protagonistas de nuestra historia personal y todos se creen el “verdadero yo” cuando están presentes. Es doloroso para ellos retirarse, dejar espacio a otro, y todos tienen un inmenso miedo a desaparecer de nuestra vida.
Gracias a estos personajes funcionamos en el mundo: son útiles y necesarios. Pero hay momentos en los que algunos de ellos se vuelven dañinos o anticuados y necesitan evolucionar, cambiar de rol o retirarse.
Este proceso se experimenta como un duelo, una pequeña muerte. Es aquí cuando aparece un fuerte apego a lo que fuimos y mucha resistencias a evolucionar.
Pero es también cuando aparece la oportunidad para el cambio, para la verdadera metamorfosis. Cada vez que un aspecto de nosotros cambia (muere), se genera un espacio para que emerja otro más auténtico, más alineado con nuestro Ser esencial.
Ese Ser esencial está más allá de todos los personajes, es permanente y es testigo de todas las transformaciones. Él nos ofrece un espacio al que volver siempre, a ser cada vez más reales y auténticos.
¿Reconoces a algunos de tus personajes internos? ¿Te das cuenta de en qué situaciones aparecen? ¿Con cuáles te sientes más cómod@?