Tiempo de parar, respirar y echar la vista atrás: ¿Qué ha cambiado este año? ¿Qué he aprendido? ¿De qué he disfrutado? ¿Qué ha dolido? ¿Qué partes de mí quedan atrás? ¿Qué escenarios ya no volveré a pisar? ¿Qué personas valiosas llegaron a mi vida? ¿Cuáles se fueron? ¿Qué nueva arruga surca con sabiduría mi piel?
¿Quién soy hoy gracias a todo lo que he vivido? Lo que dolió y lo que desató la risa: todo lo que se movió a través de mí ya no está, pero queda el surco de cada experiencia.
Soy un espacio cada vez más profundo en el que acoger lo que trae la vida. Un corazón cada vez más abierto, una mirada cada vez más amplia, una lágrima cada vez más sincera y una carcajada más fácil.
Tiempo de honrar la valentía que tuvimos de estar a pesar de la confusión y las dudas. Tiempo de agradecer la vida que nos habitó instante tras instante.
Tiempo de dejar de ir lo que ya no está, de entregar el pasado y abrir los brazos a lo nuevo: más Amor y más vida.