Camino rodeada de hombres muertos.
Espacio inerte.
¿A dónde fue la vida?
¿Quién se la llevó?
¿Dónde habitan el coraje y la pasión que hacen al hombre?
Quizás ahí pero aún dormidos,
esperando despertar del letargo.
Mis ojos se entristecen contagiados de asfalto gris,
falta el brillo.
Buscan esperanzados un cómplice.
Pero solo hay miradas perdidas,
movimientos automáticos.
Pasos sin dueño,
huellas olvidadas.
¿Es que nadie lo ve?
Hay flores en el arcén pero nadie las mira.
La luz del sol brilla en vano.
Quisiera agitarlos a todos,
remover certezas, revisar dudas,
detenerles de golpe.
Sería el fin de una carrera de destino imaginario,
una parada en seco,
quizá el comienzo de una vida honesta.
Se acabaría la huida hacia delante,
empezaría la mirada hacia dentro:
cada transeúnte buscando un alma en su barriga.
Mis ojos -tristes- que tanto vieron ya,
no pueden creer lo que contemplan.
Muchos solitarios caminando con prisa,
hacia un lugar inexistente.
Y mi voz, tantos años prisionera,
no encuentra oídos que la sostengan.
Pero no deja de gritar:
¿A dónde fue la vida?